¿Qué harías si fueras rico? Preguntó.
Y salieron las simples y banales
cosas que los seres humanos solemos explicar. Ese compartir con otros que nos
reconforta. Y todo aquello que ya hicieron otros, pero Yo.
Eso me gusta… pero Yo…
respondió él.
Aunque yo gastaría mi dinero en hacer cosas absurdas:
Llenaría tu casa de mariposas, para que al abrir la puerta, salieran
millones de ellas a recibirte.
Me explicó.
Estamos rodeados de absurdos
cotidianos que molestan, convulsionan y entristecen. Un absurdo lleno de
hermosas y coloridas mariposas, sería una escena única. Uno de esos instantes
imposibles de mantener en el tiempo, pero incapaces de borrarse de la
instantánea y etérea memoria. Un sin fin
de seres voladores, pequeños, que se metamorfosean de una fea oruguita, a un
ser esplendido que siempre atrapó nuestra atención. Mariposas. Y si serán
bellas, que cuando el amor nos apodera, ellas se instalan en el estomago, para
simbolizarnos esa sensación de levitar y volar cuando estás enamorado. Luego se
van, simplemente vuelan. Pero siguen siendo únicas y bellas.
Imagina por un instante… que al abrir la puerta de tu
solitaria casa, al volver de la ininterrumpida rutina, millones de mariposas,
reflejadas por la luz del sol entrando por el
ventanal que no tienes, rozan tu cara, tus brazos, tus manos, para tan
sólo pasar por tu lado, y salir de tu vida en un instante. Tan sólo imagina Mariposas.
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