Cierro lo ojos y
me encuentro en ese espacio.
En ese tiempo.
Allí donde mi alma era libre.
Donde yo
era sin más.
era sin más.
Puedo verme volando sobre cornisas,
Cruzando descalza aquella calle de
tierra.
Los pies embarrados,
Peligrando cruzarme con
algún cristal puntiagudo.
Me siento
sentada en el pilar de la puerta de mí
casa.
Allí, donde las plantas verdes y blancas
me susurraron algunos secretos,
que han visto,
me susurraron algunos secretos,
que han visto,
que han oído y padecido.
Allí donde embriagado forjo su
alma.
Donde depresiva lloró sus
hijos.
Espacio para enamorarse y perderse ella.
Donde cambio la vida por la
muerte.
Me veo, volando sobre cornisas.
Practicando estragos nerviosos,
llorando a mares el abandono
Que duro poco. Un cigarro.
Siento, respiro.
Puedo oler la tierra mojada,
oír las sirenas de una urgencia.
oír las sirenas de una urgencia.
Puedo oler a los muertos
que me acompañan
volviendo a casa.
Palpo el frío metal de la cerradura
de una puerta pequeña.
de una puerta pequeña.
La que me daba la entrada y la salida.
La que hoy puedo sentir en el recuerdo.
Oigo los pájaros que intentó alcanzar
con las manos.
Caída!
Huelo el veneno y el pánico.
Un trailer, una goma. Un hombre y una
bolsa.
Veo, siento, oigo, huelo.
El campo del brujo está vivo.
Me lleno de vida
y de muertes.
y de muertes.
Me trajo escapadas, huidas...
estancadas depresiones nocturnas.
Allí donde sólo la intimidad de mi alma
siente.
Es quizás el lugar perdido,
hundido.
El lugar estancado que
despierta en mí, la más alta de las angustias.
despierta en mí, la más alta de las angustias.
Porque lo pierdo. Lo olvido.