domingo, 6 de enero de 2013

Rebobinada


Es algo así como andar de puntillas por una cuerda atada muy floja y con las medias enceradas. Mirar abajo, ver la nada…marearse. La simple inmensidad de la caída asusta; y uno se ve envuelto en unos cuantos gigantes soplidos, acariciando y despeinando las pestañas. Es tragar aire, pegar la bocanada, dejar que salga y sentir los latidos casi en la sien. Cada latido escapándose en el aliento. Es escuchar a Paganini, a los pájaros y al horizonte. Es recordar que las medias están enceradas, que detrás alientan a cruzar, mientras algunos duendes extraños esperan al final de la cruzada. Y ellos me asustan más que el vacío, la caída, la velocidad, el estruendoso ruido de mi cráneo reventando y el mismo estallido de mis órganos contra el suelo.


Así, con el cráneo partido y los órganos perdidos, el alma simplemente sale, se libera, y se ríe bienaventurada de la cuerda, los alentadores mediocres, y los duendes perturbadores. Allí, donde los márgenes se amplían, donde la razón no existe, donde lo coherente y lo prudente están guiados por el amor, por los irrefrenables deseos de vivir. Aquí, en una nada muy bien iluminada, plagada de colores y momentos felices carcajeando como en una cinta rebobinada. Así es como quiero mi muerte, y así es como quiero mi vida. Con un viento que me traiga los jazmines a la nariz, y unas palomas que me lleven volando para contemplar desde arriba la mancha de mi estallido. 

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