jueves, 10 de enero de 2013

Asgardiana.



Penetraría con una explosión de palabras a los incansables perturbadores y convulsionantes de sentimientos. ¿Qué es lo que sucede entre los cosificados caminantes, los vivos y también los muertos, que deseantes, se abandonan a lo repulsivo de las marionetas? Se entrecruzan con fulminantes y tristes miradas; me crean grietas, en todas y cada una de mis partes. ¿Cuál es la finalidad de los seres andantes que me atraviesan con espadas y unas cuantas hachas, me las incrustan con cada mal vocablo totalmente innecesario?¿Por qué el hombre no me es, no me sirve. Porqué siento ser extraña en mi misma, como si el recipiente no me perteneciera, ni su contenido al medio? Como una apátrida de las constelaciones, me siento fuera de la rueda de intercambio. Yo no participo de los consensos que les conforman, no pertenezco a la especie de pensadores universal fundamentalistas, validando objetividades y cientificismo decadente mal germinado. Yo no camino por el suelo, ni respiro el mismo aire.

Por eso me ahogo, por eso me lesiono las rodillas.

A mi me han construido igual en apariencia, y le han dicho a mi consciencia que debo continuar con el proceso de igualdad, de popularidad y productividad. Me han dicho algunos que también conocen Asgard, el Seol, y a Dante, que no debo mostrar lo rimbombante de mi ser, lo intermitente de mis ideas, porque aquí, en esta tierra, se aprecia lo gris, lo áspero y minimalista. Rocoquianamente Barroca serán mis escrituras, para camuflar la histeria que me nacen los terrestres, los caminantes autómatas reprimiendo lo deseante de la existencia, que corrompiendo la esencia sólo son sociales, enfermos carcelarios en su educación y sus absurdas y dogmáticas morales. No veo, no me reflejo, no me encuentro entre la banalidad y la frivolidad del hombre, porque a mi, a mi...

No me hicieron igual,

                                                           yo vine fallada de fábrica. 

Yo soy Asgardiana.

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