Penetraría
con una explosión de palabras a los incansables perturbadores y convulsionantes
de sentimientos. ¿Qué es lo que sucede entre los cosificados caminantes, los
vivos y también los muertos, que deseantes, se abandonan a lo repulsivo de las
marionetas? Se entrecruzan con fulminantes y tristes miradas; me crean grietas,
en todas y cada una de mis partes. ¿Cuál es la finalidad de los seres andantes
que me atraviesan con espadas y unas cuantas hachas, me las incrustan con cada
mal vocablo totalmente innecesario?¿Por qué el hombre no me es, no me sirve. Porqué siento ser extraña en mi misma, como si el recipiente no me
perteneciera, ni su contenido al medio? Como una apátrida de las
constelaciones, me siento fuera de la rueda de intercambio. Yo no participo de
los consensos que les conforman, no pertenezco a la especie de pensadores
universal fundamentalistas, validando objetividades y cientificismo decadente
mal germinado. Yo no camino por el suelo, ni respiro el mismo aire.
Por
eso me ahogo, por eso me lesiono las rodillas.
A
mi me han construido igual en apariencia, y le han dicho a mi consciencia que
debo continuar con el proceso de igualdad, de popularidad y productividad. Me
han dicho algunos que también conocen Asgard, el Seol, y a Dante, que no debo mostrar
lo rimbombante de mi ser, lo intermitente de mis ideas, porque aquí, en esta
tierra, se aprecia lo gris, lo áspero y minimalista. Rocoquianamente Barroca
serán mis escrituras, para camuflar la histeria que me nacen los terrestres,
los caminantes autómatas reprimiendo lo deseante de la existencia, que
corrompiendo la esencia sólo son sociales, enfermos carcelarios en su educación
y sus absurdas y dogmáticas morales. No veo, no me reflejo, no me encuentro
entre la banalidad y la frivolidad del hombre, porque a mi, a mi...
No
me hicieron igual,
yo
vine fallada de fábrica.
Yo soy Asgardiana.
Yo soy Asgardiana.
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